lunes, diciembre 15, 2025
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Matilde Schwencke: el sueño olímpico contado en primera persona

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En su nuevo proyecto audiovisual “Camino a Cortina”, la joven esquiadora chilena abre una ventana íntima a su preparación hacia los Juegos Olímpicos de Invierno Cortina 2026, mostrando su día a día, los desafíos del alto rendimiento y cómo la resiliencia y el apoyo de su equipo la acompañan en cada paso del camino.

A sus 21 años, Matilde Schwencke atraviesa un momento clave en su carrera. La joven esquiadora chilena se prepara para los Juegos Olímpicos de Invierno y, al mismo tiempo, ha decidido compartir su camino a través de “Camino a Cortina” un registro que revela la rutina exigente, los desafíos diarios, las dudas inevitables y la convicción de que cada esfuerzo vale la pena cuando se persigue un sueño olímpico.

Relata que la idea surgió a partir de su proyecto anterior, “Camino hacia Santiago 2023”, con el que buscaba mostrar de forma humana y real a los deportistas del Team Chile que participaron en los Panamericanos. “Fue un proyecto muy desafiante y gratificante de llevar a cabo. Al finalizarlo me quedé con ganas de hacer algo más, y en ese proceso descubrí algo que parecía invisibilizado en los deportistas de alto rendimiento”.

“La resiliencia te enseña a enfrentar las curvas del camino y a valorar cada esfuerzo como parte de un proceso que nos lleva a ser mejores”.

“Muchas veces lo que vemos es solo el instante de gloria, ese momento casi de ficción en que un deportista entra a la pista o al estadio y despierta gritos o lágrimas en la gente. Pero lo que a mí me interesa es lo que queda oculto; el lado humano, lo real, el proceso que hay detrás. No solo la culminación, sino el camino mismo, con su día a día, sus ritos y las emociones que acompañan a quienes vivimos el alto rendimiento”, explica. 

“Quise mostrar lo que hay detrás del camino olímpico, no solo los logros o resultados, sino también las dificultades, los sacrificios y las emociones que acompañan el día a día”, cuenta Matilde, con la calma de quien ha aprendido que la vulnerabilidad también forma parte de la fortaleza.

La idea de grabar su camino no surgió como un plan de marketing ni como un registro oficial, sino como una manera de dar visibilidad a una experiencia que suele permanecer oculta. En un país donde los deportes de invierno todavía tienen poca vitrina, Matilde entendió que contar su historia también podía inspirar a nuevas generaciones.

“En ese contexto quise desarrollar un proyecto propio de acompañamiento y descubrimiento de deportistas. Y, quizás sin buscarlo, también terminé entendiendo más sobre mí misma, acompañándome mejor en el día a día, tomando conciencia de cada vaso de agua que tomo, de cada gota de sudor que cae. Encontrarle sentido a la rutina, a las restricciones sociales, familiares y de toda índole. Esta temporada preolímpica me dio la oportunidad de visibilizar un año especial, lleno de experiencias que normalmente no se ven. Poder darle luz a este lado de los deportistas que llevan nuestra bandera en el pecho es algo muy especial y nos entrega herramientas para entender y crecer de mejor manera”, comenta.

“Camino a Cortina”, además, refleja la maduración de una deportista que ya no solo compite para sí misma. Su historia se conecta con la de su familia, sus entrenadores, sus compañeros y la comunidad que la rodea en la montaña.

Cortina 2026: un horizonte que se acerca

El documental tiene un eje claro: el camino hacia Cortina 2026, donde se realizarán los próximos Juegos Olímpicos de Invierno. En sus palabras, no se trata solo de llegar a la cita olímpica, sino de llegar preparada, fuerte y con una historia construida a pulso.

“Mi meta no es solo clasificar, quiero llegar con un nivel competitivo que me permita dar lo mejor. El proyecto audiovisual me acompaña como un espejo. Cada entrenamiento, cada viaje y cada competencia queda registrado, y eso también me motiva a exigirme más”, asegura.

En este sentido, el registro audiovisual le permite observarse a sí misma con una perspectiva más clara, reconocer sus avances y también enfrentar los momentos difíciles que a menudo quedan ocultos tras la competencia. Las imágenes se convierten en una herramienta de memoria que documenta no solo su rendimiento, sino su proceso de crecimiento como persona y deportista. Es una forma de autoconocimiento, que le permite tomar conciencia de sus esfuerzos, valorar sus sacrificios y aprender de las derrotas, entendiendo que los desafíos forman parte de un camino más amplio hacia su mejor versión.

Uno de los aspectos más potentes del proyecto es la honestidad con que se abre frente a la cámara. No solo hay imágenes de victorias, sino también de frustraciones, lesiones, cansancio y dudas. “No me interesa mostrar solo lo lindo del deporte. Creo que lo más inspirador es ver cómo se lidia con los momentos complicados, porque todos los deportistas los vivimos”, confiesa.

“Mostrar el lado B de mi deporte creo que tiene mucho poder. Puede inspirar a muchos deportistas a comprender lo humano y real que es el camino de cada uno. Siento que aún me falta mucho por crecer como atleta y persona, y hay mucho camino por recorrer. A mí me hubiese encantado que alguien me ayudara a humanizar más ese proceso, sin importar la etapa en la que estuviera”, sostiene. 

Esta decisión le da al documental un carácter auténtico y pedagógico: “El simple hecho de compartir lo real y lo rutinario tiene un valor enorme. Y más aún como mujer; contar estas historias y hacer más familiar el proceso puede motivar a muchas jóvenes a atreverse a ingresar al alto rendimiento y a perseguir carreras más profesionales en el deporte”. 

Aunque la protagonista es Matilde, ella misma insiste en que el proyecto no se trata únicamente de su experiencia. El audiovisual refleja también el papel de su familia, que la ha acompañado desde sus primeros pasos en la nieve, y de los equipos técnicos que han creído en ella. “Siempre digo que este camino nunca es individual. Sin mi familia, sin mis entrenadores, sin mis compañeros, sería imposible. El documental también es un homenaje a ellos”, señala.

De esta manera, el relato se convierte en una historia donde los sueños y desafíos de una joven deportista se entrelazan con los de todo un ecosistema que la acompaña, incluyendo entrenadores, familia, compañeros y mentores, quienes también luchan por abrirse camino en un deporte exigente y poco visibilizado. Juntos construyen un relato de esfuerzo, perseverancia y resiliencia que ilumina el recorrido hacia el anhelado sueño olímpico.

Inspirar mostrando la realidad

“Camino a Cortina” no solo busca inspirar a otras generaciones de deportistas, especialmente mujeres, sino también acercar al público a un deporte de nicho en Chile. Mostrar lo cotidiano, lo humano y lo real del alto rendimiento es una manera de educar, motivar y dejar un legado que trascienda el resultado final en la pista.

“Quiero que quienes vean el proyecto logren conectar con quien soy realmente, con mis pasiones y con el camino que elegí como persona. Que se sientan identificados con mis desafíos y mis victorias, y que puedan sacar algo positivo de mi recorrido para aplicarlo en sus propios caminos”, sostiene.

Matilde Schwencke no solo documenta su viaje hacia Cortina 2026. También invita a mirar detrás de cada logro deportivo y a comprender que, más allá de los podios, lo que realmente importa es la historia que construimos mientras perseguimos nuestros sueños.

“Me encantaría que quienes vean el proyecto puedan verse reflejados en mi historia y en la de otros invitados, que conecten con los desafíos del alto rendimiento, comprendan la humanidad de los deportistas detrás de la cámara y se inspiren a buscar su mejor versión”.

“Sé que esto es apenas el comienzo. Lo que me espera en Cortina representa un desafío enorme, pero me siento preparada para enfrentarlo con todo. Quiero que este registro quede como testimonio, no solo para mí, sino para todos aquellos que alguna vez han soñado con estar en ese lugar y recorrer un camino lleno de esfuerzo, pasión y aprendizaje”, concluye.

Golf Action: el semillero que impulsa a la nueva generación de talentos chilenos

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El circuito juvenil se ha consolidado en casi tres décadas como una plataforma clave para el desarrollo de jóvenes golfistas en Chile. Más allá de la competencia, abre puertas académicas y deportivas que permiten proyectar carreras en el extranjero. La historia de Francisca Moritz, subcampeona juvenil, refleja cómo este espacio forja tanto deportistas como personas.

El golf juvenil en Chile encontró en Golf Action un espacio de desarrollo sostenido desde 1996. Creado con la idea de elevar el nivel competitivo, el circuito se ha convertido en el lugar donde los menores no solo aprenden a competir, sino también a crecer con valores que trascienden la cancha.

“El objetivo es poder formar jóvenes capaces de competir al máximo nivel internacional, pero también inculcarles valores como honestidad, respeto, perseverancia y disciplina”, explica Benjamin Etchebarne, uno de los responsables de promover y organizar el tour en el país.

El circuito ha sido semillero de figuras como Joaquín Niemann y Mito Pereira, referentes que inspiran a los actuales participantes. “Ambos son muy importantes para los jugadores. Ambos están dejando a Chile en lo más alto y estamos orgullosos de haber formado parte de su historia”, comenta Etchebarne, subrayando el impacto que tiene contar con modelos cercanos de éxito.

«Buscamos que los jugadores triunfen en la cancha y fuera de ella»

Golf Action no solo es un espacio competitivo: también se transforma en una herramienta para abrir puertas académicas. La vitrina que otorgan los torneos nacionales e internacionales permite que los jóvenes puedan acceder a becas en universidades extranjeras, principalmente en Estados Unidos.

“Para nosotros, el golf y los estudios tienen la misma importancia. Buscamos que los jugadores triunfen en la cancha y fuera de ella”, señala Etchebarne. El desafío hacia adelante, dice, pasa por fortalecer la presencia femenina y expandir el circuito a más regiones del país, con el fin de acercar el golf a una mayor cantidad de jóvenes.

El circuito organiza 11 torneos anuales de un día, sumados al Abierto Juvenil de Chile y al Campeonato Interescolar, lo que les da a los jugadores múltiples instancias para medirse ante rivales nacionales e internacionales. Además, mantiene convenios concretos: por ejemplo, la International Junior Golf Academy (IJGA) en Orlando entrega ocho becas anuales de una semana para que jóvenes chilenos vivan una experiencia formativa intensiva. 

Estas oportunidades permiten que quienes se destacan en el ranking puedan mostrar lo que hacen en escenarios que llaman la atención de universidades y entrenadores en Estados Unidos. Etchebarne insiste en que “buscar que los jugadores triunfen en la cancha y fuera de ella” no es solo un lema, sino una estrategia para que los menores construyan perfiles atractivos académica y deportivamente.

“Más allá de lo deportivo, el golf te entrega valores muy importantes para la vida»

Pero no basta con participación; la clave está en la expansión regional y en la inclusión femenina, dos frentes que Etchebarne considera esenciales. “El desafío hacia adelante… fortalecer la presencia femenina y expandir el circuito a más regiones del país” apunta a no dejar fuera talentos que, por distancia, falta de recursos o visibilidad podrían quedar escondidos. 

Este esfuerzo puede aumentar las probabilidades de becas reales, pues los scouts universitarios buscan diversidad geográfica y rendimiento constante. Como parte de ese impulso, los rankings de Golf Action clasifican a jóvenes destacados para eventos de alto nivel en Sudamérica y Norteamérica, lo que facilita que dichos jugadores puedan postular con antecedentes internacionales.

“Más allá de lo deportivo, el golf te entrega valores muy importantes para la vida que estamos constantemente intentando inculcarles a nuestros jugadores. Honestidad, respeto, perseverancia y disciplina son algunos de los valores que entrega el golf y que ayuda en la formación de los golfistas”, sostiene Etchebarne.

Francisca Moritz: una historia de formación y proyección

En este ecosistema, la experiencia de Francisca Moritz muestra el alcance del circuito. Su vínculo con el golf comenzó de manera sencilla: acompañando a sus padres en el club y jugando casi de manera improvisada. Con el tiempo, la pasión creció y encontró en Golf Action un espacio determinante.

“Competir en el circuito lo ha sido todo. Fue lo que me dio exposición internacional y me abrió nuevas posibilidades. Además, me permitió conocer a gente que hoy son como mi familia”, recuerda Francisca.

«Mi sueño es ser alguien en quien otros puedan reflejarse y encontrar inspiración»

A sus 18 años, su recorrido la ha llevado a representar a Chile en torneos fuera del país, experiencias que describe como emocionantes y llenas de aprendizaje. “El golf me enseñó que no todo es talento y esfuerzo. Con una buena mentalidad se puede llegar muy lejos”, afirma.

El Abierto de Las Brisas de Chicureo 2024 fue uno de los hitos más significativos en su trayectoria, ya que le permitió entrar al ranking mundial amateur. Ese torneo fue, dice, el impulso que necesitaba para confirmar que el golf podía convertirse en su futuro.

Al igual que muchos jóvenes golfistas, Francisca visualiza el deporte como un puente hacia la educación superior. Su meta es obtener una beca que le permita estudiar en una universidad extranjera, sin dejar de lado el alto rendimiento. “El golf abre puertas y caminos que uno nunca pensaría que existieran. Busco estudiar una carrera que me guste y, si se da la oportunidad, llevar mi golf al siguiente nivel y jugar de manera profesional”, proyecta.

La compatibilidad con sus estudios no ha sido sencilla, sobre todo en el último año escolar, pero ha sabido organizarse para mantener un equilibrio. Practica entre 4 y 6 horas semanales, a lo que suma la participación en torneos de fin de semana. “Debo ser muy ordenada con el colegio para poder faltar cuando hay campeonatos y mantener siempre mis notas altas”, explica.

“Quiero verme graduada en una carrera que me apasione y me haga feliz, y al mismo tiempo seguir ligada al golf, ojalá de manera profesional. Más que convertirme en la mejor, mi sueño es ser alguien en quien otros puedan reflejarse y encontrar inspiración. Aspiro a motivar a las personas a dar lo mejor de sí mismas y a creer que siempre es posible llegar más lejos”, sostiene.

Una generación que se atreve a soñar

La mirada de Francisca aporta un ángulo necesario, es decir, la baja presencia de mujeres en el golf juvenil chileno. Aunque reconoce que muchas veces se percibe como un deporte masculino y costoso, defiende la idea de que las niñas tienen que persistir. “Les diría que no dejen que lo que digan los demás las detenga. Si lo hacen, están dejando que ganen”, comenta con convicción.

En este sentido, Benjamin Etchebarne advierte que el desarrollo del golf juvenil en Chile no está exento de desafíos. Uno de ellos es aumentar la participación femenina, ya que todavía existe una brecha evidente en comparación con los varones. El otro gran reto es la expansión territorial, con la meta de llevar el circuito a más regiones y abrir el acceso a menores de distintas realidades sociales y geográficas. Para él, ambos objetivos son cruciales si se busca que el golf deje de ser un deporte concentrado en ciertos sectores y se convierta en una plataforma inclusiva capaz de descubrir talentos en todo el país.

Es por ello, que Francisca Moritz Inspirada por referentes como Antonia Matte y Felipe Aguilar, busca proyectar en su juego la actitud positiva y la energía que admira en ellos. Su aspiración, a largo plazo, es convertirse en una jugadora profesional, pero sobre todo en alguien que pueda motivar a otros.

Golf Action sigue siendo el punto de partida para muchos. Con casi 30 años de historia, el circuito no solo forma jugadores, sino que entrega una visión integral del deporte como herramienta de vida. En palabras de Etchebarne, el desafío está en expandir el alcance del golf juvenil y consolidar el crecimiento del femenino.

Francisca, mientras tanto, representa a esa generación que se atreve a soñar con jugar al más alto nivel sin dejar de lado sus metas académicas. “Más que ser la mejor golfista, quiero ser alguien que inspire a otros a ser mejores”, resume.

El futuro del golf en Chile se proyecta como un proceso de construcción paciente, donde la disciplina y la constancia marcan el ritmo tanto como en cada golpe dentro de la cancha. Más que una meta inmediata, se trata de un camino que combina formación, oportunidades internacionales y la transmisión de valores que acompañarán a los jóvenes más allá del deporte. En esa mezcla de perseverancia y visión a largo plazo se juega la verdadera consolidación de una nueva generación de golfistas chilenos.