sábado, octubre 18, 2025
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Snow Animal: Gestión deportiva para un ecosistema de montaña competitivo y sostenible

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Con foco en la seguridad, la calidad técnica y la planificación a largo plazo, esta iniciativa encabezada por Jorge Mandrú y Nicolás Carvallo redefine la manera de pensar y organizar los deportes de nieve en Chile, preparando el terreno para nuevas generaciones.

Las primeras luces del día tiñen las laderas de Valle Nevado para Andes Cup mientras los equipos técnicos afinan cada detalle: redes, señaléticas, pasadas de máquinas y controles de seguridad. Al fondo, los primeros atletas comienzan a estirar, con la mirada fija en la pista. La montaña es un escenario impredecible y, al mismo tiempo, un aula inigualable. En ese cruce entre naturaleza y método, Snow Animal ha decidido escribir una nueva narrativa para los deportes de nieve en Chile.

Fundada por Jorge Mandrú, Herman Román y Nicolás Carvallo, Snow Animal no busca ser solo un organizador de eventos, sino un actor estructural en la profesionalización y consolidación de la nieve como industria deportiva. De esta manera, sus eventos se asimilan como plataformas de desarrollo competitivo y cultural.

“Queremos entregar competencias deportivas de primer nivel, rompiendo el status quo y trabajando articuladamente con los centros de ski para, desde las acciones concretas atletas nacionales e internacionales puedan vivir un evento completo. Esto implica, desde el armado de la pista, la logística y los servicios al competidor”, explica Nicolás Carvallo, ex seleccionado nacional de ski alpino. “No se trata solo de atraer riders del hemisferio norte, sino de preparar a los nuestros para estar a ese nivel. La calidad de las pistas y la seriedad organizativa son los primeros pasos y esto se debe hacer en conjunto con todos los actores y los resultados se ven a la mano”.

“La seguridad de los atletas es siempre la prioridad. Si las condiciones no son óptimas, no dudamos en suspender la prueba”, Jorge Mandrú.

Esta convicción se traduce en apuestas concretas como Titanes XS, una competencia de Freestyle Infantil, que busca convertirse en la puerta de entrada al circuito FIS, es uno de los proyectos emblemáticos. “Nació porque veíamos un vacío en el calendario. Hay mucha motivación en Argentina por el freestyle por ejemplo, muchas carreras llenas, y en Chile faltaba ese escalón intermedio. Queremos que sea esa ruta lógica hacia la alta competencia”, señala Carvallo.

El apoyo y trabajo conjunto con la Federación de Ski y Snowboard de Chile es clave, y sus equipos directivos y ejecutivos están continuamente desafiándonos a entregar mejores competencias.

Un nuevo estándar en la montaña 

La obsesión por el detalle recorre cada capa de trabajo en Snow Animal. Desde la aplicación estricta de los protocolos FIS, el estándar más alto en seguridad y técnica, hasta la selección meticulosa de equipos y la planificación al amanecer, nada se deja al azar. Para Jorge Mandrú, quien representó a Chile en los Juegos Olímpicos de Invierno en Vancouver 2010, no se trata solo de armar una pista, sino de diseñar un entorno donde cada decisión esté al servicio del atleta.

“La seguridad es la base de cualquier decisión que tomamos”, explica Mandrú. “Si las condiciones no son óptimas, no hay discusión: la prueba se suspende. No hacemos concesiones, porque la prioridad siempre es el deportista y la calidad técnica del evento. Es el punto de partida de todo”.  Esto se traduce por ejemplo en Chile Winter Series, un evento multi disciplina itinerante que se ha transformado en una fuerza potente en el hemisferio sur.

Mandrú subraya que la construcción de un evento no termina en el montaje: es un proceso vivo, en el que cada mañana se evalúan condiciones, se reúne al equipo técnico y se decide si se avanza o se frena. “La montaña es cambiante y exige humildad. Puedes planificar durante semanas, pero al final del día, el clima y la nieve tienen la última palabra”, añade.

Sobre el delicado equilibrio entre el “espíritu core” y la masificación, Mandrú no duda en profundizar. “La transición hacia un evento mainstream no pasa de la noche a la mañana. Los deportes core se sostienen en la dedicación silenciosa, en las horas invertidas perfeccionando cada línea, cada giro. Masificarlos sin una base cultural y técnica sólida puede diluir su esencia. Lo que buscamos es exactamente lo contrario: consolidar una comunidad comprometida y formada, capaz de sostener el deporte en el tiempo y proyectarlo hacia afuera con identidad propia”.

Más allá de la competencia, Snow Animal entiende que el verdadero crecimiento ocurre en los márgenes: en los entrenamientos, en las charlas técnicas al pie del andarivel y en cada decisión que prioriza la seguridad y el aprendizaje por sobre el show. “La montaña no se domina, se respeta”, remata Mandrú, casi como un mantra.

Una de las grandes preocupaciones actuales es la sostenibilidad y el retroceso de la nieve. Mandrú enfatiza que la tecnología actual, como los cañones de nieve, permite prolongar las temporadas y planificar mejor. Sin embargo, subraya que la clave no está solo en la tecnología, sino en educar al público y a los atletas. “La montaña es un organismo vivo. Hay que aprender a leerla y respetarla. No basta con poner nieve artificial; se necesita una cultura outdoor fuerte, que valore y cuide el entorno”.

“Vamos paso a paso elevando el nivel de las competencias en Sudamérica; la clave es ofrecerle a los riders lo que realmente se merecen”

En esa línea, la visión de Hernán Román, encargado de marketing y producción, resulta clave para entender la estrategia a largo plazo de Snow Animal. Román impulsa la diversificación no solo como una vía de crecimiento, sino como una forma de asegurar la continuidad y relevancia de la montaña. “La montaña no puede reducirse a un escenario exclusivo de los tres meses de invierno. Tenemos que imaginarla como un espacio vivo, un punto de encuentro que funcione durante todo el año y de esa formar permear a la comunidad, los profesionales y sus distintas disciplinas deportivas”, sostiene.

Román también pone énfasis en el tejido de redes estratégicas. “Hemos trabajado en fortalecer vínculos con entrenadores, federaciones, marcas y centros de ski. Cada proyecto que hacemos deja una huella en la industria, pero también en los chicos que están empezando. Queremos ser la base de una nueva generación de esquiadores y snowboarders que compitan de igual a igual afuera”, dice.

Este trabajo de fondo exige consensos y capacidad de adaptación. Carvallo reconoce que las discusiones dentro del equipo son frecuentes. “Tenemos trayectorias distintas, ya sea en producción, ingeniería, deporte de alto rendimiento. Muchas veces no coincidimos en decisiones tácticas, pero existe un respeto profundo. Sabemos que todas las discusiones se dan con el objetivo de proteger al atleta y elevar el estándar”.

Esa “discusión creativa” es uno de los sellos internos de Snow Animal. Un espacio donde cada línea de trabajo, desde el diseño de pistas hasta la calendarización de los heats, se revisa minuciosamente, con la exigencia de un equipo que conoce los circuitos internacionales y que quiere replicar ese rigor en Chile.

“Más que romper el status quo, buscamos entregar un estándar alto desde la pista hasta el servicio al competidor”.

Además de los eventos, proyectan desarrollar programas educativos y clínicas técnicas en conjunto con colegios y clubes deportivos. “Queremos democratizar el acceso técnico. No se trata solo de deslizarse en la pista, sino de aprender la biomecánica del movimiento, la lectura de la montaña, la seguridad y la planificación táctica”, explica Mandrú.

La sostenibilidad económica es otro eje. Los socios coinciden en que el deporte competitivo no puede depender solo de fondos públicos o de patrocinios puntuales. “El objetivo es construir un modelo que sea atractivo para las marcas, pero que respete la esencia del deporte. Apostar por un retorno en branding y en cultura outdoor. Si eso se logra, se abre un camino más amplio para los riders y para la industria”, resumen

Snow Animal se presenta como un proyecto que entiende la montaña desde adentro, que la observa con respeto y la piensa en clave de futuro. No conciben los eventos como un objetivo en sí mismo, sino como un vehículo para construir comunidad, formar atletas íntegros y acercar la cultura de montaña a nuevas generaciones.

Porque al final, la verdadera profesionalización no se define solo por tener mejores pistas. Se trata de construir una cultura que valore cada esfuerzo que empuja los límites personales. Una cultura que entienda que el aprendizaje más valioso se refleja en el camino silencioso y constante que forma a los atletas y fortalece a toda la comunidad. 

Nicolás Bisquertt: la resiliencia que se forja en silencio

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Tras un accidente que le cambió la vida, encontró en la montaña un refugio y una forma de reconstruirse. Su historia no es solo la de un campeón mundial de para esquí, sino la de alguien que aprendió a disfrutar cada giro y a redefinir la victoria.

Nicolás Bisquertt todavía puede describir con lujo de detalle el momento exacto en que decidió entregarse al esquí. Fue hace 10 años, en una competencia internacional. No era la carrera más importante ni la que tenía más visibilidad, pero para él lo cambió todo. “El primer momento en que realmente sentí que esto era lo mío fue a fines de 2015, cuando fui a competir a Argentina. Era mi primera experiencia en este tipo de competencias y me fue muy bien. Me sentí cómodo, disfruté cada bajada y ahí me di cuenta de que quería dedicarme a esto de manera profesional”, recuerda.

Pero su historia no empieza ni termina en la línea de meta. Su biografía está atravesada por un accidente que transformó radicalmente su vida y su manera de enfrentar el mundo. No sabe si fue el momento más difícil, pero sí el más determinante. Desde entonces, aprendió a mirar hacia adelante con una claridad poco común.

“Sin duda, la resiliencia ha estado muy presente en mi vida. He enfrentado momentos difíciles, pero el mayor desafío, honestamente, fue después del accidente. Eso cambió mi vida por completo. No sé si llamarlo el momento más duro, pero sí fue el más determinante. Desde entonces, siempre he tratado de mirar hacia adelante de la mejor manera posible, dando importancia a los momentos que realmente te llenan y dejando de lado las cosas que no valen la pena. Más allá de ese episodio, no creo haber tenido otro momento más difícil en mi vida, confiesa. 

Su fortaleza mental no se reduce a resistir o soportar golpes; es la capacidad de reconstruirse y encontrar sentido en cada nueva etapa. Nicolás no se quedó anclado en lo que perdió, sino que eligió enfocarse en lo que podía crear a partir de ahí. Esa claridad interior, poco frecuente incluso entre deportistas de alto rendimiento, le ha permitido encarar cada bajada como una oportunidad de crecimiento, no como un escenario de presión. Su resiliencia se alimenta de la aceptación radical de su historia, de la disciplina diaria y de una convicción silenciosa que dice que lo valioso no está en el resultado final, sino en cada esfuerzo que lo sostiene.

“El apoyo de mi familia ha sido fundamental. Sin ellos, nada de esto sería posible. Me han acompañado y sostenido a lo largo de toda mi carrera deportiva. Mis amigos también han sido clave; después del accidente uno se da cuenta de quiénes son los verdaderos amigos, los que han estado presentes hasta hoy, aunque algunos no puedan acompañarme físicamente en este momento. Este camino, además, me ha regalado nuevas amistades muy valiosas. He conocido gente increíble en el equipo de esquí que me ha apoyado mucho. Son esos caminos de la vida los que realmente te llenan de cosas buenas”, relata.

La montaña como refugio y como motor

El deporte, y en particular el esquí, se convirtieron en un refugio y en un campo de experimentación constante. Sus días de entrenamiento comienzan temprano, con el sonido agudo del despertador cuando aún no amanece del todo. Después de un desayuno rápido, Nicolás se lanza a la montaña. Cada sesión tiene un objetivo técnico claro: “Para mí, cada día de esquí tiene un objetivo específico. Siempre busco mejorar, aunque sea un detalle pequeño”, cuenta.

“Para mí, lo más importante siempre ha sido el camino: el proceso, la preparación y el esfuerzo diario”.

Después de la mañana en la nieve, sigue el trabajo físico, que varía en intensidad según la etapa de la temporada. Por la tarde, llega el momento de revisar videos y pulir aspectos técnicos. Pero quizás el trabajo más silencioso —y más importante— ocurre en su mente. Gracias a su psicólogo deportivo ha desarrollado protocolos para enfrentar cada competencia con la mentalidad más sólida posible. “He aprendido que, aunque trabajes mucho, a veces el resultado no llega inmediatamente; pero si no trabajas, el resultado nunca va a llegar”, explica.

Todo este esfuerzo encontró un eco potente en 2023, cuando Nicolás ganó la medalla en el Mundial de Para Esquí. Más que una validación externa, fue la confirmación íntima de que el camino elegido era el correcto. “Las emociones en esos momentos son muy intensas. Es una locura poder materializar todo el trabajo de tantos años en un par de carreras. Para mí, lo más importante siempre ha sido el camino; el proceso, la preparación y el esfuerzo diario. Poder celebrarlo con mi familia y mis amigos me llena de felicidad y orgullo”, dice.

En un país donde el deporte adaptado todavía lucha por tener visibilidad, Nicolás observa con lucidez y sin triunfalismos ingenuos. “Chile ha tenido una evolución increíble, realmente una locura. En verano, por ejemplo, el equipo paralímpico ha traído más medallas que el equipo convencional, y eso es tremendo. Sin embargo, siempre falta un poco más: más apoyo, mejor planificación y, sobre todo, programas a largo plazo”, señala. Para él, la clave no está en los proyectos personales ni en los esfuerzos aislados, sino en construir equipos y planes colectivos que perduren en el tiempo y cambien la cultura deportiva del país.

“Mientras disfrutes lo que haces, el recorrido va a ser verdadero y entretenido”.

La montaña, para Nicolás, es mucho más que un espacio físico. Es el escenario donde se expresa sin ataduras y donde cada giro es un acto de libertad. Allí no hay ruido, no hay público, no hay expectativas ajenas; solo el viento y el sonido seco de los esquís cortando la nieve. “La mayor enseñanza que me ha dejado el esquí es que todo se trata de disfrutar el camino. Más allá de los resultados, lo esencial es valorar el proceso y la disciplina diaria”, afirma.

Cuando le preguntan qué consejo le daría a un niño o niña que sueñe con dedicarse al deporte adaptado, responde sin dudar: “Le diría que sueñe en grande, pero que recuerde que soñar no es suficiente: hay que trabajar muchísimo. Se necesita mucha disciplina, constancia y dedicación. Y, sobre todo, hay que disfrutar el camino. Mientras disfrutes lo que haces, el recorrido va a ser verdadero y entretenido. Si fuerzas la situación, no va a funcionar. Por eso, mi consejo es que sueñen, trabajen duro y disfruten cada paso del proceso”. 

Nicolás no necesita grandes gestos para inspirar. Lo hace en la forma en que se planta frente a cada desafío y en su convicción inquebrantable de que el valor real está en cada paso del camino. Si su historia se pudiera resumir en una palabra, esa sería “resiliencia”. No como un eslogan vacío, sino la que se forja en el silencio, en los días que nadie ve y en las derrotas que no aparecen en los titulares.

Hoy, Nicolás sigue bajando la montaña y cada curva es una conversación con su propia historia. No esquía para escapar ni para demostrar nada, lo hace porque en ese espacio encontró la forma más honesta y poderosa de seguir avanzando.