sábado, octubre 18, 2025
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Rosario Holscher: Las convicciones de una nueva generación para redefinir el esquí chileno

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Con una trayectoria marcada por resultados destacados desde sus primeros años en competencia y una madurez que supera ampliamente su edad, la joven deportista no solo representa una promesa individual, sino que encarna el espíritu renovador de una generación emergente en el esquí chileno.

En la montaña no hay espacio para la improvisación. Cada línea exige decisión. Cada curva exige memoria muscular. Y cada bajada, sobre todo en el alto rendimiento, se convierte en una prueba contra el tiempo, pero también contra la duda. En ese terreno, donde conviven la tensión y la belleza, crece Rosario Holscher, una joven esquiadora chilena que no está aquí para acelerar el proceso, sino para hacerlo bien.

A sus catorce años, Rosario ya tiene marcas que la ponen en el mapa internacional del esquí alpino juvenil. Su tercer lugar en la Whistler Cup 2023, uno de los campeonatos más importantes del mundo en categorías formativas, no fue un golpe de suerte ni un día excepcional. Fue la consecuencia natural de una ruta sostenida, una temporada construida paso a paso y una manera de entender el deporte como algo que se aprende, se entrena y se respeta.

«Haber subido al podio en Whistler me hizo entender que el trabajo constante sí se refleja en los resultados».

“La lección más valiosa que me dejó Whistler fue darme cuenta de que sí puedo competir a ese nivel internacional», afirma Rosario, sin perder la serenidad que la caracteriza. “Haber subido al podio en una competencia tan grande no solo reforzó mi confianza, sino que también me hizo entender que el trabajo constante sí se refleja en los resultados”.

Desde entonces, cada entrenamiento adquirió un propósito más claro para ella. Ya no se trata solo de bajar rápido, sino de afinar cada movimiento, de trabajar con intención. “Ahora me concentro mucho más en los detalles técnicos, en mi preparación física, en lo mental… porque sé lo que realmente se necesita para representar a Chile en estas ligas. No es solo querer estar, es estar lista”, sostiene Rosario.

Para Rosario, más que una disciplina, el esquí es un idioma que aprendió desde que era niña, casi por osmosis, gracias al entorno familiar que la acompaña. Su madre fue corredora. Sus hermanos (Kay, Diego, Pedro y Tomás) también han trazado sus propias líneas con ambición competitiva. El apellido Holscher suena familiar en La Parva. Y sin embargo, Rosario no se escuda en los logros de otros. Lo suyo es una construcción propia, pero siempre acompañada.

“Un consejo que me dio mi hermano Kay, y que no se me va a olvidar, es que confíe en mí misma y que me tire con ganas”, comparte Rosario. “Siempre me lo repite antes de competir, y me motiva mucho. Saber que está ahí, que cree en mí, me da seguridad para concentrarme y salir a dar lo mejor. Mis hermanos tienen esa mezcla justa de cariño y exigencia: cuando algo no me sale, me lo dicen sin rodeos, pero también se quedan a ayudarme a mejorar. Y cuando las cosas van bien, son los primeros en felicitarme. Eso me impulsa a seguir esforzándome cada día”. 

La relación con su familia no es solo una red de apoyo; es también un espejo. Rosario ha crecido viendo lo que significa entrenar, madrugar, ganar y perder. Por eso no idealiza el esquí, sino que lo entiende como una carrera larga, llena de aprendizajes, donde el éxito no es una línea recta.

Técnica, control y confianza

A nivel técnico, Rosario no duda al hablar de sus preferencias: el Giant Slalom (GS) es su territorio natural. Ahí puede desplegar su estilo con mayor libertad, sin abandonar la precisión.

“El GS es donde me siento más cómoda. Es una disciplina que combina velocidad y técnica, y eso me permite mostrar de forma más clara mi confianza. Me gusta cómo se siente bajar en ese ritmo: no es tan frenético como el Slalom, pero tampoco tan abierto como el Súper-G. Hay que tener control, pero también soltar. Ahí es donde me encuentro”, explica.

«Lo importante es no perder nunca el foco ni las ganas. Cada carrera es una oportunidad para aprender».

En el Nacional Infantil 2024, Rosario no dejó dudas, ya que ganó en Slalom, Súper-G y GS. Su dominio fue absoluto. Sin embargo, lo que más se comenta en su entorno no es el triple podio, sino su forma de correr de manera limpia, decidida, inteligente. Una esquiadora que parece leer el trazado con anticipación, como si cada puerta fuera un punto de diálogo y no solo un obstáculo.

Desde hace un par de años, Rosario vive una parte del año en Estados Unidos, alternando el colegio con entrenamientos y competencias. Es un modelo que muchas esquiadoras de su generación comienzan a adoptar, pero que no todos logran sostener. La presión académica y el alto rendimiento pueden parecer caminos incompatibles. Rosario ha aprendido a hacerlos coexistir.

Reconoce que ha sido difícil, “pero también ha sido una tremenda oportunidad para crecer. Aprendí a enfocarme mucho en lo que estoy haciendo. Si estoy en clases, estoy en clases. Si estoy entrenando, me concentro en cada movimiento. Organizarme bien, priorizar y ser disciplinada ha sido fundamental. No se trata solo de hacer todo, sino de hacerlo bien, sin perder el foco”.

Esa capacidad de organización y madurez la ha llevado a proyectarse con claridad. Sabe que la siguiente etapa no será sencilla. Este año comienza su primer ciclo en el circuito FIS, donde competirá contra atletas mayores, de diversas nacionalidades, muchas de ellas ya entrenadas para competir en Copas Continentales.

No se trata solo de hacer todo, sino de hacerlo bien, sin perder el foco”.

“Estoy muy enfocada en esa transición. Sé que el circuito FIS es un salto grande. La idea no es solo participar, sino aprender lo máximo posible. Quiero sumar partidas, ganar experiencia y entender cómo se corre a ese nivel. Estoy trabajando mucho en lo físico y en lo mental, porque sé que el cambio es grande. Pero estoy lista para ese desafío”, sostiene con convicción”.

Cuando se le pregunta por el futuro, Rosario no titubea. Habla de la universidad NCAA en Estados Unidos como una posibilidad muy concreta, pero también sueña con llegar al nivel de Copa del Mundo. No los ve como caminos excluyentes, sino complementarios.

“Me encantaría seguir avanzando en ambos caminos, plantea Rosario, sin titubeos. Las universidades en Estados Unidos tienen un nivel muy alto y permiten compatibilizar estudios con competencia, algo que me atrae mucho. Pero también me motiva llegar a  Copas del Mundo y representar a Chile al máximo nivel. Si mantengo mi motivación, mi disciplina y sigo aprendiendo de cada carrera, creo que puedo lograrlo. Lo importante es no perder nunca el foco ni las ganas”, afirma, con la claridad de quien entiende que los grandes logros se construyen con pasos sostenidos.

En un país donde el esquí alpino aún lucha por salir de la periferia deportiva, figuras como Rosario Holscher no solo amplían el horizonte competitivo, sino que transforman la manera de habitar la montaña. Lo hacen con determinación, con autoconciencia, y con una visión a largo plazo que escapa del brillo momentáneo.

Porque mientras muchos se apuran en llegar, Rosario se enfoca en sostenerse. En aprender a fondo. En leer cada trazado con calma, como si fuera un idioma que aún tiene matices por descubrir. Como en el GS, su disciplina favorita, el camino que está construyendo exige control, decisión y una sensibilidad especial para entender el ritmo justo.

Y quizás ahí esté su verdadero diferencial: Rosario no corre contra nadie. Corre hacia una versión mejor de sí misma. Una que, con el tiempo, podría dejar una marca más profunda que cualquier podio. Una que inspire a otras y que le recuerde al país que también se puede ganar cuando se elige avanzar con conciencia.

Transandes Challenge: Cuando el mountain bike se rinde ante la majestuosidad natural de la Patagonia

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La decimosexta edición de la competencia volvió a dejar su huella en los senderos salvajes de Malalcahuello, consolidándose como una de las carreras por etapas más épicas de la disciplina a nivel global. 

Fueron cinco jornadas de esfuerzo sostenido: 330 kilómetros y más de 9.000 metros de desnivel positivo a través de senderos técnicos, rodeados de volcanes activos y bosques de araucarias que han visto pasar siglos. En este rincón agreste de la Patagonia, el paisaje no se ofrece como postal, sino como territorio a leer, interpretar y resistir. La prueba no premia la velocidad, sino la capacidad de sostener el ritmo cuando el cuerpo se fatiga, la mente duda y el entorno no hace concesiones… Esto es el Transandes Challenge. 

Más de 300 participantes provenientes de América y Europa desafiaron los senderos volcánicos y la vegetación exuberante de la Región de la Araucanía. El circuito, desarrollado completamente en los alrededores del Centro de Ski Corralco, ofreció una combinación única de belleza escénica y exigencia física. “Durante estos 16 años hemos logrado posesionar la carrera épica y en un sector que es único, que es la Patagonia chilena”, comenta Juan Pablo Santiagos, organizador del evento. “El Transandes está hoy al nivel de referentes mundiales como la Cape Epic, la Transalp o la B.C. Bike Challenge de Canadá”.

“Malalcahuello está viviendo un crecimiento silencioso, como lo fue Pucón hace 40 años. Tiene todo para convertirse en un referente del outdoor en el sur de Chile”.

La carrera no solo desafía piernas y pulmones. La climatología impredecible, los senderos técnicos y el terreno mixto -que varía entre caminos rurales, bosques nativos y campos volcánicos- exigieron una preparación rigurosa y estrategias bien pensadas. Pero el entorno, majestuoso y cambiante, también ofreció consuelo y motivación en los momentos más duros. 

«La evaluación del último Transandes fue un éxito total. Ha sido una gran ventana para poder desarrollar un nuevo circuito como es en el sector de Malalcahuello, un lugar que está todavía muy poco explorado y que está creciendo increíblemente”, sostiene Juan Pablo Santiagos. 

Malalcahuello: la joya escondida del sur andino

El evento marcó un hito al consolidar a Malalcahuello como nuevo epicentro del Transandes Challenge. Ubicado al norte de la Araucanía Andina, este rincón poco explorado comienza a consolidarse como un polo de deportes de montaña y turismo sustentable.

“Malalcahuello está creciendo increíblemente, como fue Pucón hace 40 o 50 años atrás. Es un lugar donde se puede hacer todo tipo de actividades maravillosas. Y para el mountainbike, es simplemente alucinante”, asegura Santiagos. El entorno que rodeó a los ciclistas no fue casual. Las rutas incluyeron joyas naturales como Laguna Blanca y Laguna Arcoíris, escenarios que no solo enamoraron a los extranjeros, sino que se posicionan como parte del patrimonio natural que la carrera busca visibilizar y proteger.

“Lo que buscamos con el Transandes no es solo competir, sino crear una experiencia profunda entre los ciclistas y el territorio que cruzan”.

El circuito aprovechó la topografía única del área, con senderos trazados entre antiguos flujos de lava, bosques de araucarias y laderas del volcán Lonquimay, lo que ofreció una experiencia de inmersión total en uno de los paisajes más emblemáticos del sur de Chile. A diferencia de otros escenarios de carreras de montaña, Malalcahuello combina aislamiento, biodiversidad y accesibilidad, factores que lo convierten en un lugar privilegiado para desarrollar competencias de alto nivel sin comprometer su equilibrio ecológico.

Además del impacto deportivo, la presencia del Transandes Challenge trajo consigo un impulso económico para la comunidad local. Hospedajes, operadores turísticos, pequeños restaurantes y emprendedores de la zona experimentaron una alta demanda durante los días del evento. Esta sinergia entre deporte y desarrollo local refuerza el potencial de Malalcahuello como modelo de turismo deportivo sustentable, en una región que aún conserva su autenticidad y riqueza cultural.

Una carrera en constante ajuste y adaptación

Cada etapa del Transandes Challenge 2025 ofreció una lectura distinta del territorio y del esfuerzo físico. Desde el primer día, el recorrido dejó claro que no habría margen para la improvisación: la Cuesta Las Raíces, con sus 2.414 metros de ascenso acumulado, sirvió como filtro natural entre quienes llegaban con preparación específica y quienes venían a poner a prueba sus límites personales. En contraste, la cuarta jornada se transformó en una de las más comentadas por los corredores: un descenso técnico de 17 kilómetros entre araucarias, que no solo exigió precisión y control, sino también una capacidad de adaptación al entorno que pocos eventos logran integrar de forma tan orgánica.

“Este año abrimos la carrera a nuevos formatos porque entendemos que el mountainbike no es solo para élites: también hay espacio para quienes vienen a descubrir hasta dónde pueden llegar”.

A lo largo de cinco días, el diseño de la ruta equilibró exigencia física con una diversidad de paisajes que mantuvo el interés y la tensión entre los participantes. No hubo jornadas de transición o tramos decorativos: cada segmento tuvo un propósito técnico y emocional. Esa atención al detalle habla de una carrera que no solo se consolida año a año, sino que afina su propuesta para responder a lo que buscan hoy los ciclistas de montaña.

Este 2025, el Transandes introdujo cambios relevantes en su formato. A la clásica modalidad de cinco días se sumaron dos alternativas: una versión más acotada de tres días y una nueva categoría gravel, pensada para ciclistas que buscan experiencias de largo aliento con una bicicleta de ruta adaptada al terreno mixto. “La idea era abrir el evento a personas que están dando sus primeros pasos en este tipo de desafíos o que vienen desde otras disciplinas”, explica su organizador. La inclusión de nuevas categorías responde a un fenómeno más amplio: la diversificación del ciclismo como práctica deportiva, turística y de exploración personal.

El resultado fue una edición que mantuvo el estándar competitivo sin perder el carácter accesible que ha sido uno de los sellos del Transandes desde su origen. En un mismo campamento convivieron deportistas de alto rendimiento y ciclistas aficionados, provenientes de distintas partes del mundo, unidos por una geografía desafiante y por una logística que les permitió concentrarse únicamente en avanzar. En vez de premiar solo la velocidad, la carrera valoró la constancia, la adaptabilidad y el respeto por el entorno.

El cierre de la competencia no tuvo fuegos artificiales ni grandes escenografías, pero sí acumuló gestos que dicen mucho más: bicicletas en alto, abrazos prolongados, rostros marcados por la mezcla de fatiga y alivio. El arco de meta funcionó como un espacio de encuentro más que de consagración. La mayoría de quienes cruzaron ese punto final lo hicieron conscientes de haber completado algo que va más allá del rendimiento: una inmersión total en un paisaje que no pide permiso para imponerse.

Con la edición número 16 ya concluida, la organización proyecta nuevos ajustes para el Transandes Challenge 2026. “Estamos muy contentos con lo que logramos este año. Ya empezamos a trabajar en la próxima edición, con mejoras logísticas, nuevos recorridos y más alternativas para quienes todavía no se atreven a sumarse”, adelantó Santiagos. 

Si algo dejó en evidencia esta versión, es que la carrera no necesita ampliarse en escala para seguir creciendo: su fortaleza radica en su capacidad de escucha, su vínculo con el territorio y su disposición a evolucionar sin perder coherencia.