sábado, octubre 18, 2025
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Covid-19 vs. Ecología: Reflexión sobre los esfuerzos para cada crisis.

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Viernes 5 de junio, unos 200 surfistas locales se juntan en Punta de Lobos para manifestar su descontento con la prohibición de practicar deportes náuticos y de usar el borde costero. Impuesta en abril, la medida sanitaria apunta a controlar la pandemia limitando la llegada de turistas. Pero ha sido un foco de desacuerdo y división en Pichilemu, la autodenominada Capital Mundial del Surf.

La última vez que los surfistas organizaron una protesta fue 14 años antes, en el 2006, para detener  un proyecto de emisario que pretendía verter las aguas usadas de la Ciudad directo al mar. Esa vez fue éxito. Se consiguió un gran apoyo de la población local, y en consecuencia de los políticos. Así se logró la construcción de una planta de tratamiento que ha permitido evitar un gran daño ambiental y sus consecuencias en el turismo y desarrollo del pueblo. Ha sido un hecho fundamental para la comuna.

El éxito de una protesta y el fracaso de la otra me hacen reflexionar sobre algo que es evidente: es más importante tratar sus desechos, que de surfear en tiempos de pandemia. Es tan obvio que la comparación llega a ser absurda. Pero nos lleva a algo más profundo:  ¿qué es más fundamental? ¿Tomar medidas para la conservación del medio ambiente, o para controlar la pandemia?

La crisis sanitaria nos hace olvidar por un momento la ecológica… ¿qué impacto tendrá el Covid-19 en la historia de la humanidad? Bien poco en comparación a la crisis del medio ambiente.

Las pandemias son procesos naturales, de los tantos que le entregan un cierto equilibrio al planeta. La naturaleza esta alterada por nuestro comportamiento, y nos manda señales como este minúsculo Covid, junto con otros muchos más relevantes como el calentamiento global, la extinción masiva de especies, y tantos más.

Los esfuerzos para controlar la Pandemia han sido extremos, algo jamás visto a nivel global. La coordinación fue bien torpe, es cierto, pero vimos como medidas radicales se expandieron con mucha velocidad en gran parte del mundo. Cambios repentinos y sustanciales que no hemos visto hasta ahora para remediar a la crisis ecológica.

Mientras tanto a nivel local, aparecen cada vez más iniciativas y personas dedicadas al medio ambiente. En Pichilemu por ejemplo, tenemos a personas como Ramon Navarro y Rodrigo Farias, que se han transformados en verdaderos militantes ambientalistas. Tenemos a la fundación Punta de Lobos, que cuenta con un equipo dedicado a la preservación y a la educación medio-ambiental, o también a “Punto Lobos Reciclaje” para nombrar otro ejemplo. Es cierto el surf, como deporte Outdoor, te lleva a tener una conexión íntima con el medio ambiente, de ser más eco-responsable, pero esto no solo ocurre en Pichilemu. Cada año salen nuevas iniciativas en todo Chile y el mundo. Varios puestos de trabajo difícil de imaginar años atrás y que se han hecho posibles gracias a la visión ecológica de algunas empresas, en su gran mayoría financiado por privados.

Tremendamente positivo, pero a la vez tristemente insuficiente. Que sea a nivel local o mundial necesitamos cambios más rápidos. En los últimos 30 años hemos depravado el planeta más que en toda la historia de la humanidad. Los próximos 30 años no nos van a perdonar.

En Chile creamos un ministerio del medio Ambiente en el año 2010. Aún no tenemos algo tan básico como un sistema nacional de reciclaje… ¿Que hicieron durante estos 10 años? Estamos en el año 2020. No reciclar tus desechos debería ser un delito, punto. En cambio todavía se deja a la conciencia de cada individuo decidir si es necesario o no. Es una libertad que tenemos. Surfear en pandemia es un acto delictual, mientras no hay problema en consumir botellas plásticas todos los días, sin reciclarlas… ¿otra comparación absurda? Me encantaría saber lo que se dirá de esto en 100 años más…

Para cambiar el comportamiento de cada humano la única forma es con verdaderas intenciones políticas, y medidas a nivel planetario. Vamos a necesitar un plan global de cómo debe ser nuestra nueva sociedad, de cómo controlar nuestra sobrepoblación, y de cómo nos pondremos en sintonía con nuestro entorno. Tenemos que dejar de alterar el equilibro del planeta y volver a ser parte de Él.

Hoy en día los mejores avances a nivel global se enfocan en el calentamiento global. Amenaza que ya se hace sentir y tendrá consecuencias mucho peores que esta famosa pandemia del año 2020. Pero los acuerdos políticos apuntan nuevamente a controlar el equilibro en vez de adaptarse. Seguimos pensando a corto plazo. Queremos limitar el calentamiento a 2°C máximo. Con eso creemos que podremos seguir el mismo camino de desarrollo.

Es cierto, somos responsables del  calentamiento, por lo menos de su aceleración, y con urgencia tenemos que limitar nuestras emisiones de dióxido de carbono. Pero el planeta siempre tuvo alternancias de periodos cálidos y helados. Si el ser humano no se puede adaptar tendrá que sufrir las consecuencias, como pasó con otras especies. El calentamiento global no es más que otra consecuencia del problema de fondo: nuestra desadaptación.

Los procesos ecológicos son demasiados lentos para la escala humana. Las generaciones de turno prácticamente no se ven afectadas por las consecuencias de sus actos, por lo tanto son muy pobres las motivaciones de romper la dinámica. Los ejes siguen siendo el crecer, ganar más, desarrollar más, invertir para más,… y si se complica nos organizamos para tratar de controlar la situación y poder seguir para adelante.  Inventamos bonos de carbono y listo. Se capitaliza el problema… ¡Genial! Ensucias tú, yo te cubro, y todos seguimos ganando, pasa piola…

En el fondo tenemos que entender que no se trata de “Salvar el Planeta”, y menos por una diferencia de 2°C. Sería muy pretencioso. Nuestro hogar seguirá existiendo mucho después de que hayamos desaparecido como humanidad. Lo hará más caliente o más frio, habiendo encontrado un nuevo equilibrio, y eliminado las especies que no se supieron adaptar. No se trata de controlar a la naturaleza, sino a nosotros.

Los cambios necesarios son dolorosos. Tendremos que dejar libertades como por ejemplo elegir cuantos hijos tener para evitar la sobrepoblación. Tendremos que adaptar todas nuestras actividades, que sean productivas o recreativas. Quizás incluso se tenga que dejar de surfear, esta vez por razones bien fundadas, por ser una amenaza al equilibrio ecológico.

Personalmente me siento incomodo en criticar tanto, y aportar tampoco. Mis actos también son tremendamente insuficientes a pesar de mi consciencia del problema. Soy parte del sistema como cualquier otro. Me he desarrollado siguiendo las reglas del juego. Trato de hacer lo que puedo, pero los costos de marginarse del modelo socio-económico son muy altos y los efectos casi nulos lamentablemente. Necesitamos cambiar todos juntos.

No pierdo esperanza, al contrario. El despertar ambiental es contagioso. Hoy solo una minoría de pioneros lucha por cambiar las cosas, pero cada día crece. Llegará el momento donde todos nos veremos afectados. De no cambiar el compromiso político quizás tendremos que pasar por una transición violenta, tal como las revoluciones y guerras que alguna vez rectificaron el camino de la humanidad.

Tengo fe que lo solucionaremos simplemente porque no tenemos otra opción. Si pudiera subirme a la máquina del tiempo viajará al año 2120 a ver como lo habremos resuelto. Como habrá ocurrido la Revolución Ecológica, y cuales habrán sido sus consecuencias. Como se harán reinventado las ciudades que 1 siglo antes estaban al borde del colapso. Como se habrá logrado implementar un control mundial de natalidad, y a cuales libertades habremos renunciado para ponernos en sintonía con nuestro entorno. Y obviamente trataría de ver cuales deportes sobrevivieron, y si aún está permitido surfear.

Ficha Técnica

María Paz Ibarra Letelier Edad: 41 años Ciudad nacimiento: Santiago Deportes: Montañismo y Escalada Sponsors: Patagonia y Clínica Meds

La Chilena que recorre el mundo estudiando la contaminación de Plásticos en el Mar.

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Texto por: Joaquín Yuraszeck / Fotos por: Pablo Gacitua y Paula Espejo

Psicóloga organizacional y coach profesional, mamá de tres hijos y capitán costero certificada, ella es Paula Espejo, embajadora de la marca de anteojos de plásticos reciclados Karün y la primera mujer latinoamericana entre más de 300 participantes en estar presente en eXXpedition.  

Paula surcó las olas desde la Isla de San Cristóbal en las Galápagos en Ecuador hasta Rapa Nui en el territorio nacional, bajo la organización de eXXpedition, proyecto de una fundación sin fines de lucro que dirige expediciones pioneras de investigación y navegación para mujeres para indagar sobre las causas y soluciones a la contaminación plástica oceánica, generando conciencia en torno al impacto de estos desechos en el ecosistema marino y en la vida de los seres humanos.

Paula fue parte de la tripulación junto a otras 13 mujeres de diferentes países, sin embargo, todas tenían un elemento en común: “Compartimos la necesidad de poner sobre la mesa un tema que es de urgencia mundial y que requiere de acciones globales colaborativas para buscar soluciones efectivas de corto plazo”.

¿Cómo fue tu proceso de postulación y/o selección para eXXpedition? ¿Qué sentiste al ser seleccionada?

Mi amor por el mar fue el hilo conductor que me llevó una y otra vez de regreso a él. Como en todas las historias de amor, este es puesto a prueba… Para bucear tuve que desafiar a mis padres, para hacer fotografía submarina a mí misma, para acercar a mis hijos al océano impulsé a mi ex-marido a certificarse como Capitán Costero y luego, cuando él insistía en navegar en un lago, yo buscaba la forma de navegar en el mar. Yo quería mostrarle el mar a mis niños y por experiencia sabía que los miedos se pueden vencer cuando hay alguien que cree en ti y no te suelta la mano hasta que tienes el valor de hacerlo solo.

    

En Diciembre del 2018, desvelada una noche a las 4 de la mañana, una pregunta me mantenía despierta ¿cual es la conexión entre mujeres y navegación? ¿Donde están las mujeres que navegan y aman el mar? ¿Por qué si tengo la autoridad de llevar una casa, niños al doctor y conducir un auto, no puedo capitanear una embarcación?

Comencé a investigar qué pasaba con mujeres en otros países y me encontré con eXXpedition. Postulé decidida a demostrarme que sí podía ser tan buena y capaz como cualquier hombre en el ámbito de la navegación y, sin saber si quedaría escogida, recibí la noticia de que estaría en la travesía desde el Archipiélago de las Galápagos hasta Rapa Nui. Más de 2.000 millas náuticas, personas desconocidas y mis miedos eran los principales desafíos, pero con el esfuerzo y determinación de demostrar que todas las mujeres somos capaces de conseguir y alcanzar cada sueño propuesto. Desde ese momento comencé a trabajar para hacer de esta experiencia una gran oportunidad para aprender, especialmente desde mi profesión como psicóloga organizacional y coach, y desde el lugar donde las instituciones tienen el desafío de avanzar en un desarrollo armónico con su entorno.

¿Cuáles fueron los elementos de eXXpedition que te cautivaron? a trabajar en la Antártica?

eXXpedition tiene una misión: hacer visible lo invisible. Eso fue lo primero que leí y fue lo que me cautivó. Un tiempo atrás comencé a preguntar a mis cercanos: ¿Qué hubiera pasado si las mujeres en su vida hubieran recibido de los hombres de su vida el mismo apoyo para desarrollarse que el que ellas entregaron?  Y eso daba pie a conversaciones extraordinarias. La sola idea de imaginarnos la reciprocidad en la colaboración para que ellas alcanzaran sus metas nos hacía darnos cuenta de lo lejos que podían haber llegado si se hubieran hecho “visibles”. Siento que hay ámbitos que son esenciales para el desarrollo de nuestro país  en los cuales las mujeres somos invisibilizadas, excluidas y discriminadas por medio de distintos poderes, uno de ellos el poder económico que sigue siendo de dominio masculino. Mi mejor ejemplo ha sido que el gran apoyo que he recibido no ha venido mayormente de grandes empresas, sino de pequeñas y medianas compañías lideradas por mujeres con las que hemos buscado formas creativas de colaborar con voluntad, generosidad y corazón para el logro de un objetivo compartido.

¿En qué consistió tu participación en eXXpedition dentro del equipo multidisciplinario de mujeres a bordo?

Todas cumplimos roles asignados de acuerdo a ciertas preferencias y habilidades particulares de cada una. En el ámbito náutico, teníamos turnos de 4 horas en los que nos fuimos rotando bajo el liderazgo de nuestra ‘skipper’, con quien tomamos las decisiones. Por otra parte, cada una tuvimos turnos de ‘housekeeping’, con tareas que permitieron llevar nuestro día a día: orden y aseo de la embarcación, preparación de las comidas y asegurar que tuviésemos las provisiones necesarias de comida y agua. En las tardes celebramos sesiones de trabajo en las cuales cada una exponía su realidad y desde su perspectiva profesional, así como de los hallazgos resultantes de los levantamientos y análisis de muestras para, de esa manera, ir comprendiendo cómo deben abordarse los distintos desafíos desde múltiples posibilidades de acción. Luego de esas sesiones, cada una volvía a los turnos asignados en las distintas funciones del velero, estando algunas de guardia para que el resto pudiera descansar.

¿Cuáles son los desafíos que te propuso este proyecto y los que te propusiste tú misma?

Los desafíos han sido de distinta naturaleza, en distintos planos y han ido transformándose en la medida que hice el recorrido previo a navegar, el recorrido durante la navegación y el recorrido de ahora en adelante.

Ha sido igual que una carrera de velocidad con obstáculos contra el tiempo, por lo que he tenido que sobreponerme una y otra vez a planes que fracasan y volver a empezar. Sin lugar a dudas, mi primer y gran desafío fue convertirme en una navegante competente y rigurosa, Sin embargo, en octubre del año pasado, con la crisis social, hizo mi camino cuesta arriba: Tuve que suspender mis entrenamientos náuticos con la Armada y volví a empezar de cero con muchas de las empresas que querían apoyarme con un escenario completamente distinto. El mayor aprendizaje de esto es que, pese a lo duro que fue sobreponerme, pude encontrarme con mi propia fortaleza, la pasión que siento por el océano es un amor incondicional que me permite sobreponerme a las mayores dificultades. También fue un desafío convertirme en una storyteller inspiradora para encontrar colaboradores y sponsors con quienes compartiéramos los valores fundamentales a la base de este proyecto y trabajar juntos.

Lejos lo más valioso de este proyecto fue poner a prueba mi capacidad de generar redes, soy esencialmente una “conectora” , creo que nuestro gran activo como seres humanos es nuestra capacidad de generar relaciones y transformar a través de ellas. El mundo de acercar las oportunidades y los recursos para alcanzar metas ha sido mi pasión y mi sello como profesional.

¿Qué te produce ser la única mujer latinoamericana y chilena en participar de esta expedición?

Ha sido sorprendente cómo este proyecto ha transformado mis prejuicios. Jamás pensé que el apoyo más incondicional vendría de la Armada, una institución que desde el primer momento en el que solicité su ayuda me acompañó de forma irrestricta preparándome para el desafío, haciéndome sentir parte de cada entrenamiento y siendo tratada con el mismo respeto y exigencia. No sabía nada de esta institución y cada una de las personas con las que tuve la suerte de compartir fueron tremendamente colaboradoras y generosas desde sus áreas de experiencia para prepararme, ayudándome desde su conocimiento hasta con sus historias y consejos. El mar es un lugar donde nunca dejas de aprender puesto que cada vez que estás ahí enfrentas adversidades y desafíos diferentes, donde la preparación a partir de la camaradería y experiencia de otros son lecciones para la vida.

¿Qué sientes al ser apoyada por marcas como Karün en pos de una importante y rupturista investigación científica?

Para mí es un tremendo honor ser acompañada por Karün. Este es un proyecto donde lo que está en juego es cómo los seres humanos volvemos a recuperar nuestros valores en torno a la belleza, la conexión y la colaboración. Las empresas en Chile que de alguna u otra manera me han dado una mano representan la prueba de que el camino a recorrer hoy como sociedad es volver a hacernos preguntas a las que tememos como el cuestionamiento ético de crecer a cualquier costo sin metas orgánicas de progreso. Para mí ir de la mano de Karün implica ser parte de un grupo humano que cree que ese bienestar y esa armonía se encuentran cuando recordamos que somos parte de algo más grande que nosotros mismos, poniendo de relieve que todos somos naturaleza. Las fronteras que hemos delimitado en forma arbitraria son irrelevantes al momento de resolver problemas como el calentamiento global, la contaminación en los océanos y la escasez hídrica. Al borrarse esos límites, automáticamente empezamos a reconocernos otra vez como parte de un todo.

Puesto que ya has estado usando los anteojos de Karün durante un tiempo, ¿cuál es tu opinión sobre el equipamiento?

Comencé usando los anteojos Sailing Collection para los entrenamientos náuticos con la Armada y la recomendación del equipo Karün fue el uso del anteojo pero con cristal color cobre, esto por el tipo de luminosidad en Chile. En la expedición usé el mismo pero con cristales color plata, ideales para condiciones de mayor luz y menos nubes. En relación al diseño, jamás usé antes unos anteojos tan cómodos para hacer deporte. Realmente se nota el trabajo en conjunto entre su equipo de diseñadores y los navegantes profesionales con los que co-crearon estos anteojos, porque mientras los usas se te olvida que los tienes puestos.

Ya de vuelta en tierra firme, ¿de qué manera puedes resumir esta experiencia? Cómo afectará en tu vida para el futuro?

Lo más importante de esta experiencia, desde mi punto de vista y habiendo regresado hace pocos días y aún decantando los aprendizajes, son tres cosas: La primera es en el ámbito personal y los desafíos que implicó desempeñarme en muchos roles distintos: tuve que salir de mi zona de confort. El mar siempre te impone desafíos en término de las condiciones, en el mar nunca dejas de aprender. También fue muy desafiante el intercambio cultural, el poder entendernos desde las distintas perspectivas que cada una tenía, entender instrucciones que están en otro idioma y que son rápidas y muchas veces en un entorno en el que uno no se escucha tan bien. 

Por otra parte, en el tema relacional, fue muy interesante poder compartir y establecer vínculos con personas que son distintas a ti, con las que tienes un objetivo común, con las que tienes una pasión en común y ver cómo estas relaciones rápidamente se hacen cercanas y súper llevaderas en la medida en que no tienes interrupciones, como por ejemplo en este caso la tecnología, no teníamos conexión a internet. Estábamos mucho más presentes, disponibles para escuchar. También se pone a prueba la capacidad más de comprender al otro en un plano de diálogo y reflexión, dedicas más tiempo a observar que a enjuiciar.

Y, por último, tiene que ver con sustentabilidad. Si bien nuestra tarea principal es científica y en el plano del monitoreo y el comportamiento del microplástico en el océano, la sustentabilidad es un concepto que abarca ámbitos más allá del ambiental, voy en búsqueda de objetivos que van más allá de mi misma. Es preocupante lo que enfrentamos y no es fácil de resolver, una de mis tareas es abocarme a través de mi Fundación Barlovento a seguir trabajando con mi equipo y las mujeres maravillosas con las que compartí más de dos semanas entre misiones y navegación.