Con disciplina y coraje, el joven deportista busca inspirar a una nuevageneración y dejar el nombre de Chile grabado en las pistas más exigentes del planeta.

Cuando Sebastián Birkner se puso por primera vez un par de esquís, no imaginó que años más tarde estaría codeándose con los mejores corredores del mundo. Desde sus primeros descensos, la montaña se transformó en su casa y el frío en un compañero inseparable.

“En mis primeras competencias internacionales sentí muchos nervios, porque enfrentarse a corredores de tan alto nivel es un gran desafío. Me di cuenta de que no siempre se logra el resultado que uno sueña o se bajan los puntos esperados, pero aprendí que con paciencia, disciplina y trabajo constante, los frutos llegan poco a poco”, cuenta Sebastián, recordando con humildad sus primeros pasos fuera de Chile.

La paciencia y el esfuerzo tuvieron recompensa: ser número uno en el ranking FIS de su generación (2008) en Slalom y Slalom Gigante. Un hito que refleja no solo su talento, sino también el sacrificio detrás de cada logro. “Ser número uno en el ranking FIS es algo muy grande para mí. Fue fruto de entrenar duro todo el año, tanto en verano como en invierno, y al trabajo físico en el gimnasio. Lo más difícil ha sido aceptar los sacrificios: dejar de salir con amigos, perder clases y renunciar a muchas cosas para concentrarme en el esquí. Pero cada renuncia ha valido la pena. Cuando pienso en los sacrificios, recuerdo que cada sesión de entrenamiento y cada kilómetro recorrido me acercan a mis sueños”, confiesa.

«Ser número uno en el ranking FIS fue fruto de entrenar todo el año y de sacrificar cosas importantes; cada renuncia valió la pena».

Para Sebastián, representar al Club Deportivo Universidad Católica y a Chile es mucho más que llevar un logo en el pecho: es un compromiso. “Representar al club y a Chile implica la responsabilidad de dejar siempre al país y al club en lo más alto posible. Aunque Chile sea un país pequeño y con menor desarrollo en el esquí, siento un orgullo enorme al demostrar que existe un nivel muy alto y que la competencia interna es fuerte. Cuando estoy en la partida de una carrera, siento que llevo conmigo no solo mi historia, sino también la ilusión de muchos jóvenes que sueñan con llegar lejos en el esquí”, explica con convicción.

Parte fundamental de su crecimiento ha sido entrenar en Bormio (Alpes italianos), un lugar donde el esquí es religión y la técnica se pule como un arte. “Mis entrenamientos clave han sido en Chile e Italia. Allá pertenezco a un club que me ha apoyado muchísimo, no solo para perfeccionar mi técnica en la pista, sino también en el trabajo físico y en el acceso a buen material. Todo eso me ha permitido mejorar constantemente. Poder compartir con atletas de tanto nivel y vivir en un ambiente tan exigente me ha hecho crecer no solo como deportista, sino también como persona”, afirma.

Su mirada está puesta en el futuro, y sus metas son ambiciosas. “Llegar a una Copa del Mundo en los próximos años sería un sueño cumplido, pero todavía más grande sería clasificar a los Juegos Olímpicos el próximo año. Creo que ese es el sueño máximo para cualquier atleta: mostrar tu nivel al mundo y representar a tu país en la máxima competencia mundial. Es algo superior, un objetivo que me motiva todos los días y que siento como una meta bonita y trascendental. No se trata solo de competir, sino de mostrar al mundo que desde Chile también podemos estar entre los mejores”, confiesa con determinación.

«Representar a Chile y al club es una responsabilidad enorme: quiero demostrar que, aunque somos un país pequeño, tenemos nivel para competir con los mejores».

Pero el camino no ha estado libre de dificultades. Sebastián no duda en señalar las enormes diferencias que existen entre el desarrollo del esquí en Europa y en Latinoamérica. “La diferencia en infraestructura entre Latinoamérica y Europa en el esquí es enorme. Allá están mucho más preparados, con mejores equipamientos y equipos gigantes. En Chile falta mucho apoyo por parte de la federación a los corredores. Cuando me tocó representar al país en competencias internacionales, no tuve el equipamiento adecuado. Creo que es fundamental que se fortalezcan las estructuras de apoyo para que los jóvenes puedan desarrollarse con más herramientas y menos obstáculos”, sostiene.

Aunque las medallas y los rankings son importantes, para Sebastián las experiencias que va cosechando en el camino tienen un valor especial. “Una carrera que recuerdo especialmente es el Mundial Junior de este año. Aunque no logré los resultados que esperaba, la experiencia fue invaluable. Era de los competidores más jóvenes y compartir la pista con atletas que luego participan en Copas del Mundo me mostró el nivel al que aspiro. Más que los resultados, valoro la experiencia que me ayuda a crecer como esquiador y persona”, reflexiona.

«Mi sueño máximo es llegar a los Juegos Olímpicos y mostrar al mundo que desde Chile también se puede soñar en grande».

También guarda con cariño el recuerdo de Alpe Cimbra en Folgaria, cuando era U14. “En la primera manga sufrí una caída, pero logré recuperarme. Sin nada que perder, di mi máximo esfuerzo en la segunda manga y terminé tercero en esa bajada, quedando décimo en la carrera, que es la más importante del circuito infantil mundial. Esa experiencia me marcó mucho y me enseñó a nunca rendirme”, recuerda.

Más allá de las pistas, el esquí le ha regalado amigos y experiencias que lo acompañarán toda la vida. “Este deporte me ha dado amistades sólidas, que están presentes en los buenos y malos momentos. Viajar y competir me ha abierto la mente, me ha permitido conectar con personas de todo el mundo y desarrollar habilidades como la organización y la responsabilidad, que aplico también en mis estudios y en la vida diaria. Aprendí a valorar el tiempo, a planificar cada momento, y eso me ha formado como persona”, dice con gratitud.

El camino de Sebastián Birkner no es solo el de un joven que persigue medallas o récords. Es la historia de alguien que, desde la nieve de la cordillera chilena, se atrevió a soñar en grande y a creer que el talento y el coraje pueden vencer cualquier frontera. Su trayectoria es un llamado a imaginar un futuro donde el esquí sea parte de nuestra identidad, donde la pasión por la montaña inspire a nuevas generaciones a mirar más allá del horizonte. Con humildad, entrega y un amor infinito por la nieve, está construyendo un legado y dejando una huella imborrable en la historia del deporte chileno.

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