La decimosexta edición de la competencia volvió a dejar su huella en los senderos salvajes de Malalcahuello, consolidándose como una de las carreras por etapas más épicas de la disciplina a nivel global.
Fueron cinco jornadas de esfuerzo sostenido: 330 kilómetros y más de 9.000 metros de desnivel positivo a través de senderos técnicos, rodeados de volcanes activos y bosques de araucarias que han visto pasar siglos. En este rincón agreste de la Patagonia, el paisaje no se ofrece como postal, sino como territorio a leer, interpretar y resistir. La prueba no premia la velocidad, sino la capacidad de sostener el ritmo cuando el cuerpo se fatiga, la mente duda y el entorno no hace concesiones… Esto es el Transandes Challenge.
Más de 300 participantes provenientes de América y Europa desafiaron los senderos volcánicos y la vegetación exuberante de la Región de la Araucanía. El circuito, desarrollado completamente en los alrededores del Centro de Ski Corralco, ofreció una combinación única de belleza escénica y exigencia física. “Durante estos 16 años hemos logrado posesionar la carrera épica y en un sector que es único, que es la Patagonia chilena”, comenta Juan Pablo Santiagos, organizador del evento. “El Transandes está hoy al nivel de referentes mundiales como la Cape Epic, la Transalp o la B.C. Bike Challenge de Canadá”.

La carrera no solo desafía piernas y pulmones. La climatología impredecible, los senderos técnicos y el terreno mixto -que varía entre caminos rurales, bosques nativos y campos volcánicos- exigieron una preparación rigurosa y estrategias bien pensadas. Pero el entorno, majestuoso y cambiante, también ofreció consuelo y motivación en los momentos más duros.
«La evaluación del último Transandes fue un éxito total. Ha sido una gran ventana para poder desarrollar un nuevo circuito como es en el sector de Malalcahuello, un lugar que está todavía muy poco explorado y que está creciendo increíblemente”, sostiene Juan Pablo Santiagos.
Malalcahuello: la joya escondida del sur andino
El evento marcó un hito al consolidar a Malalcahuello como nuevo epicentro del Transandes Challenge. Ubicado al norte de la Araucanía Andina, este rincón poco explorado comienza a consolidarse como un polo de deportes de montaña y turismo sustentable.
“Malalcahuello está creciendo increíblemente, como fue Pucón hace 40 o 50 años atrás. Es un lugar donde se puede hacer todo tipo de actividades maravillosas. Y para el mountainbike, es simplemente alucinante”, asegura Santiagos. El entorno que rodeó a los ciclistas no fue casual. Las rutas incluyeron joyas naturales como Laguna Blanca y Laguna Arcoíris, escenarios que no solo enamoraron a los extranjeros, sino que se posicionan como parte del patrimonio natural que la carrera busca visibilizar y proteger.

El circuito aprovechó la topografía única del área, con senderos trazados entre antiguos flujos de lava, bosques de araucarias y laderas del volcán Lonquimay, lo que ofreció una experiencia de inmersión total en uno de los paisajes más emblemáticos del sur de Chile. A diferencia de otros escenarios de carreras de montaña, Malalcahuello combina aislamiento, biodiversidad y accesibilidad, factores que lo convierten en un lugar privilegiado para desarrollar competencias de alto nivel sin comprometer su equilibrio ecológico.
Además del impacto deportivo, la presencia del Transandes Challenge trajo consigo un impulso económico para la comunidad local. Hospedajes, operadores turísticos, pequeños restaurantes y emprendedores de la zona experimentaron una alta demanda durante los días del evento. Esta sinergia entre deporte y desarrollo local refuerza el potencial de Malalcahuello como modelo de turismo deportivo sustentable, en una región que aún conserva su autenticidad y riqueza cultural.
Una carrera en constante ajuste y adaptación
Cada etapa del Transandes Challenge 2025 ofreció una lectura distinta del territorio y del esfuerzo físico. Desde el primer día, el recorrido dejó claro que no habría margen para la improvisación: la Cuesta Las Raíces, con sus 2.414 metros de ascenso acumulado, sirvió como filtro natural entre quienes llegaban con preparación específica y quienes venían a poner a prueba sus límites personales. En contraste, la cuarta jornada se transformó en una de las más comentadas por los corredores: un descenso técnico de 17 kilómetros entre araucarias, que no solo exigió precisión y control, sino también una capacidad de adaptación al entorno que pocos eventos logran integrar de forma tan orgánica.

A lo largo de cinco días, el diseño de la ruta equilibró exigencia física con una diversidad de paisajes que mantuvo el interés y la tensión entre los participantes. No hubo jornadas de transición o tramos decorativos: cada segmento tuvo un propósito técnico y emocional. Esa atención al detalle habla de una carrera que no solo se consolida año a año, sino que afina su propuesta para responder a lo que buscan hoy los ciclistas de montaña.
Este 2025, el Transandes introdujo cambios relevantes en su formato. A la clásica modalidad de cinco días se sumaron dos alternativas: una versión más acotada de tres días y una nueva categoría gravel, pensada para ciclistas que buscan experiencias de largo aliento con una bicicleta de ruta adaptada al terreno mixto. “La idea era abrir el evento a personas que están dando sus primeros pasos en este tipo de desafíos o que vienen desde otras disciplinas”, explica su organizador. La inclusión de nuevas categorías responde a un fenómeno más amplio: la diversificación del ciclismo como práctica deportiva, turística y de exploración personal.
El resultado fue una edición que mantuvo el estándar competitivo sin perder el carácter accesible que ha sido uno de los sellos del Transandes desde su origen. En un mismo campamento convivieron deportistas de alto rendimiento y ciclistas aficionados, provenientes de distintas partes del mundo, unidos por una geografía desafiante y por una logística que les permitió concentrarse únicamente en avanzar. En vez de premiar solo la velocidad, la carrera valoró la constancia, la adaptabilidad y el respeto por el entorno.
El cierre de la competencia no tuvo fuegos artificiales ni grandes escenografías, pero sí acumuló gestos que dicen mucho más: bicicletas en alto, abrazos prolongados, rostros marcados por la mezcla de fatiga y alivio. El arco de meta funcionó como un espacio de encuentro más que de consagración. La mayoría de quienes cruzaron ese punto final lo hicieron conscientes de haber completado algo que va más allá del rendimiento: una inmersión total en un paisaje que no pide permiso para imponerse.
Con la edición número 16 ya concluida, la organización proyecta nuevos ajustes para el Transandes Challenge 2026. “Estamos muy contentos con lo que logramos este año. Ya empezamos a trabajar en la próxima edición, con mejoras logísticas, nuevos recorridos y más alternativas para quienes todavía no se atreven a sumarse”, adelantó Santiagos.
Si algo dejó en evidencia esta versión, es que la carrera no necesita ampliarse en escala para seguir creciendo: su fortaleza radica en su capacidad de escucha, su vínculo con el territorio y su disposición a evolucionar sin perder coherencia.