Con una trayectoria marcada por resultados destacados desde sus primeros años en competencia y una madurez que supera ampliamente su edad, la joven deportista no solo representa una promesa individual, sino que encarna el espíritu renovador de una generación emergente en el esquí chileno.

En la montaña no hay espacio para la improvisación. Cada línea exige decisión. Cada curva exige memoria muscular. Y cada bajada, sobre todo en el alto rendimiento, se convierte en una prueba contra el tiempo, pero también contra la duda. En ese terreno, donde conviven la tensión y la belleza, crece Rosario Holscher, una joven esquiadora chilena que no está aquí para acelerar el proceso, sino para hacerlo bien.

A sus catorce años, Rosario ya tiene marcas que la ponen en el mapa internacional del esquí alpino juvenil. Su tercer lugar en la Whistler Cup 2023, uno de los campeonatos más importantes del mundo en categorías formativas, no fue un golpe de suerte ni un día excepcional. Fue la consecuencia natural de una ruta sostenida, una temporada construida paso a paso y una manera de entender el deporte como algo que se aprende, se entrena y se respeta.

«Haber subido al podio en Whistler me hizo entender que el trabajo constante sí se refleja en los resultados».

“La lección más valiosa que me dejó Whistler fue darme cuenta de que sí puedo competir a ese nivel internacional», afirma Rosario, sin perder la serenidad que la caracteriza. “Haber subido al podio en una competencia tan grande no solo reforzó mi confianza, sino que también me hizo entender que el trabajo constante sí se refleja en los resultados”.

Desde entonces, cada entrenamiento adquirió un propósito más claro para ella. Ya no se trata solo de bajar rápido, sino de afinar cada movimiento, de trabajar con intención. “Ahora me concentro mucho más en los detalles técnicos, en mi preparación física, en lo mental… porque sé lo que realmente se necesita para representar a Chile en estas ligas. No es solo querer estar, es estar lista”, sostiene Rosario.

Para Rosario, más que una disciplina, el esquí es un idioma que aprendió desde que era niña, casi por osmosis, gracias al entorno familiar que la acompaña. Su madre fue corredora. Sus hermanos (Kay, Diego, Pedro y Tomás) también han trazado sus propias líneas con ambición competitiva. El apellido Holscher suena familiar en La Parva. Y sin embargo, Rosario no se escuda en los logros de otros. Lo suyo es una construcción propia, pero siempre acompañada.

“Un consejo que me dio mi hermano Kay, y que no se me va a olvidar, es que confíe en mí misma y que me tire con ganas”, comparte Rosario. “Siempre me lo repite antes de competir, y me motiva mucho. Saber que está ahí, que cree en mí, me da seguridad para concentrarme y salir a dar lo mejor. Mis hermanos tienen esa mezcla justa de cariño y exigencia: cuando algo no me sale, me lo dicen sin rodeos, pero también se quedan a ayudarme a mejorar. Y cuando las cosas van bien, son los primeros en felicitarme. Eso me impulsa a seguir esforzándome cada día”. 

La relación con su familia no es solo una red de apoyo; es también un espejo. Rosario ha crecido viendo lo que significa entrenar, madrugar, ganar y perder. Por eso no idealiza el esquí, sino que lo entiende como una carrera larga, llena de aprendizajes, donde el éxito no es una línea recta.

Técnica, control y confianza

A nivel técnico, Rosario no duda al hablar de sus preferencias: el Giant Slalom (GS) es su territorio natural. Ahí puede desplegar su estilo con mayor libertad, sin abandonar la precisión.

“El GS es donde me siento más cómoda. Es una disciplina que combina velocidad y técnica, y eso me permite mostrar de forma más clara mi confianza. Me gusta cómo se siente bajar en ese ritmo: no es tan frenético como el Slalom, pero tampoco tan abierto como el Súper-G. Hay que tener control, pero también soltar. Ahí es donde me encuentro”, explica.

«Lo importante es no perder nunca el foco ni las ganas. Cada carrera es una oportunidad para aprender».

En el Nacional Infantil 2024, Rosario no dejó dudas, ya que ganó en Slalom, Súper-G y GS. Su dominio fue absoluto. Sin embargo, lo que más se comenta en su entorno no es el triple podio, sino su forma de correr de manera limpia, decidida, inteligente. Una esquiadora que parece leer el trazado con anticipación, como si cada puerta fuera un punto de diálogo y no solo un obstáculo.

Desde hace un par de años, Rosario vive una parte del año en Estados Unidos, alternando el colegio con entrenamientos y competencias. Es un modelo que muchas esquiadoras de su generación comienzan a adoptar, pero que no todos logran sostener. La presión académica y el alto rendimiento pueden parecer caminos incompatibles. Rosario ha aprendido a hacerlos coexistir.

Reconoce que ha sido difícil, “pero también ha sido una tremenda oportunidad para crecer. Aprendí a enfocarme mucho en lo que estoy haciendo. Si estoy en clases, estoy en clases. Si estoy entrenando, me concentro en cada movimiento. Organizarme bien, priorizar y ser disciplinada ha sido fundamental. No se trata solo de hacer todo, sino de hacerlo bien, sin perder el foco”.

Esa capacidad de organización y madurez la ha llevado a proyectarse con claridad. Sabe que la siguiente etapa no será sencilla. Este año comienza su primer ciclo en el circuito FIS, donde competirá contra atletas mayores, de diversas nacionalidades, muchas de ellas ya entrenadas para competir en Copas Continentales.

No se trata solo de hacer todo, sino de hacerlo bien, sin perder el foco”.

“Estoy muy enfocada en esa transición. Sé que el circuito FIS es un salto grande. La idea no es solo participar, sino aprender lo máximo posible. Quiero sumar partidas, ganar experiencia y entender cómo se corre a ese nivel. Estoy trabajando mucho en lo físico y en lo mental, porque sé que el cambio es grande. Pero estoy lista para ese desafío”, sostiene con convicción”.

Cuando se le pregunta por el futuro, Rosario no titubea. Habla de la universidad NCAA en Estados Unidos como una posibilidad muy concreta, pero también sueña con llegar al nivel de Copa del Mundo. No los ve como caminos excluyentes, sino complementarios.

“Me encantaría seguir avanzando en ambos caminos, plantea Rosario, sin titubeos. Las universidades en Estados Unidos tienen un nivel muy alto y permiten compatibilizar estudios con competencia, algo que me atrae mucho. Pero también me motiva llegar a  Copas del Mundo y representar a Chile al máximo nivel. Si mantengo mi motivación, mi disciplina y sigo aprendiendo de cada carrera, creo que puedo lograrlo. Lo importante es no perder nunca el foco ni las ganas”, afirma, con la claridad de quien entiende que los grandes logros se construyen con pasos sostenidos.

En un país donde el esquí alpino aún lucha por salir de la periferia deportiva, figuras como Rosario Holscher no solo amplían el horizonte competitivo, sino que transforman la manera de habitar la montaña. Lo hacen con determinación, con autoconciencia, y con una visión a largo plazo que escapa del brillo momentáneo.

Porque mientras muchos se apuran en llegar, Rosario se enfoca en sostenerse. En aprender a fondo. En leer cada trazado con calma, como si fuera un idioma que aún tiene matices por descubrir. Como en el GS, su disciplina favorita, el camino que está construyendo exige control, decisión y una sensibilidad especial para entender el ritmo justo.

Y quizás ahí esté su verdadero diferencial: Rosario no corre contra nadie. Corre hacia una versión mejor de sí misma. Una que, con el tiempo, podría dejar una marca más profunda que cualquier podio. Una que inspire a otras y que le recuerde al país que también se puede ganar cuando se elige avanzar con conciencia.

Deja una respuesta

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí