A sus 17 años, el joven navegante empieza a medir el alcance real de su talento. Formado en una escuela gratuita, hoy se proyecta al circuito internacional con la mira puesta en un título mundial de vela.
Renato Brito, con 17 años y cursando tercero medio, ya entiende algo que muchos deportistas tardan décadas en descubrir. El talento abre puertas, pero sólo el trabajo sostenido marca diferencias. Su segundo título consecutivo en la Semana de Buenos Aires no es un golpe de suerte ni una temporada especialmente inspirada. Es la confirmación de un proceso que partió hace años en la Escuela de Vela gratuita del Club de Yates Higuerillas, un espacio que formó su carácter antes que su técnica.
Los primeros años fueron más intensos de lo que recuerda cualquiera que lo vea hoy dominar con naturalidad la clase ILCA 4. “Al principio me costaba, porque aunque me iba bien, igual tenía que aprender a manejar la presión y a tomarme las cosas con calma. Pero esos años fueron súper entretenidos porque aprendí mucho, disfruté el club y empecé a entender de verdad el deporte”, recuerda.

Relata que “la vela dejó de ser un pasatiempo cuando me di cuenta de que me motivaba más que cualquier otra cosa. Yo jugaba fútbol y un día simplemente sentí que esto me apasionaba más, que acá podía crecer y conseguir cosas importantes. Cuando empecé a viajar por competencias entendí que tenía que tomármelo en serio y entrenar mejor, preparar cada regata y asumir que este deporte podía ser mi camino”.
El bicampeonato en Buenos Aires fue la prueba de que ese camino empezó a cuajar. “Significó muchísimo porque es ahí donde ves que todo el esfuerzo vale la pena. No hay casualidad cuando repites algo así”, dice con una honestidad sencilla. Renato ganó dos de las cinco regatas y administró el resto con cabeza fría, algo que él mismo identifica como el aspecto que más ha tenido que trabajar. “Lo mental es clave. A veces partes mal y tienes que cambiar el chip al tiro. También hay que saber aguantar cuando vas adelante. Esa parte me ha hecho crecer”.
A su edad, es natural que conviva con referentes inmediatos. No habla de ídolos distantes ni de figuras legendarias de la vela internacional. Su círculo es más cercano y concreto. “Mi familia es fundamental, igual que el club, que siempre me ha apoyado. Mis compañeros también. Pero mis entrenadores han sido clave. Cada uno me enseñó algo distinto en momentos distintos. Gracias a ellos estoy donde estoy”.

Cuando mira hacia atrás identifica un hito que no aparece en rankings ni en medalleros. Son los tres campeonatos que ganó este año sin saber realmente qué tan competitivo llegaría a ser. “Al principio del año no tenía idea si iba a pelear arriba. Ganar esos tres títulos me mostró que todo el trabajo estaba funcionando”.
Esa claridad, poco común en un deportista de su edad, explica su relación con los más pequeños del equipo, sobre todo los becados de la escuela que ven en él un modelo real y cercano. “Sí, me siento responsable. Los niños te miran y uno tiene que ser buena persona. Mostrarles que con respeto y perseverancia se pueden lograr las cosas. Todo sirve cuando entrenas de verdad”.
Su proyección mantiene la misma mezcla de ambición y cautela que lo caracteriza. No se adelanta ni promete imposibles, pero sabe exactamente lo que quiere. “Ahora estoy navegando en Sunfish y quiero llegar lejos ahí. A futuro mi sueño es ganar un Mundial. Ese es mi objetivo más grande. Sé que falta, pero me motiva avanzar paso a paso”.
Renato Brito todavía no termina la enseñanza media. Aún divide sus días entre el colegio, los entrenamientos y los viajes que empiezan a volverse más frecuentes. Pero ya convive con algo que define a los navegantes con proyección real: una brújula interna que no depende de la convicción.
La doble hazaña en Buenos Aires
La última edición de la Semana de Buenos Aires terminó de situar a Renato Brito como una de las figuras juveniles más consistentes de la región. En una competencia masiva y exigente, el conconino volvió a quedarse con el oro en ILCA 4, revalidando el título que había obtenido el año anterior.
El triunfo no fue por inercia ni por una buena racha. Brito ganó dos de las cinco regatas y administró el resto con la templanza que él mismo identifica como parte fundamental de su crecimiento. “Repetir el título en Buenos Aires significó muchísimo. Es la prueba de que todo el trabajo que uno hace —los entrenamientos, el tiempo invertido y el esfuerzo diario— realmente vale la pena. Cuando ganas dos años seguidos te das cuenta de que nada es casualidad”, comenta.

El logro de Brito se dio en un marco donde otros chilenos también destacaron, como Pola Elton y Domingo Baeza en Optimist Principiantes, pero su bicampeonato terminó siendo el punto que marcó la actuación nacional. No solo por el resultado, sino por lo que representa para un deportista que partió en una escuela gratuita y que hoy entiende, con una madurez poco habitual para su edad, el peso de lo que está construyendo.
“El bicampeonato de Renato nos llena de alegría y orgullo, porque es fruto de su esfuerzo y talento, combinado con el apoyo de su familia, nuestros socios y la empresa privada, todos quienes mantienen viva nuestra Escuela de Vela, junto con representar un tremendo logro es una señal más de que el futuro de este deporte se construye desde la base, que es nuestra apuesta como club”, dijo Aurelia Zulueta, Presidenta del Club de Yates Higuerillas.
En Buenos Aires no solo reafirmó un título. Confirmó que está dejando de ser una promesa para convertirse en un proyecto deportivo real, uno que empieza a sostenerse en resultados, método y una mentalidad que a veces parece ir un poco más adelante que su edad.






